Hoy, aunque no queramos, toca recordar. Aunque queramos evitarlo, al leer "11 de marzo" en el calendario, sentimos que volvemos a aquel fatídico día. Aunque no queramos, veremos repetidas una y otra vez las imágenes en la televisión y sentiremos como se nos sigue formando un nudo en el estómago. Aunque no queramos, volvemos a revivir el dolor que todos sentimos aquel día.
Por aquel entonces yo era solamente una niña de apenas 10 años, que poco entendía de temas de actualidad, política ni sociedad. Y aquel día sentía que aún entendía menos. No entendía por qué alguien podría querer asesinar a tantas personas inocentes. No veía una razón coherente para truncar las vidas de tanta gente que solo cumplía con su obligación de ir a trabajar o a estudiar. Sus vidas y las de toda la gente cercana, que vieron trastocada su ilusión para siempre. Porque los afectados no son solo fallecidos y heridos, sino todos aquellos que no podrán olvidar a los suyos y a los que también se les arrancó un trocito de vida.

Ahora soy yo la que coge el tren todos los días, y no puedo evitar una punzada al pensar que hubiera ocurrido tal día como hoy. ¿Y si me hubiera pasado a mi? O peor aún, a alguien querido. Creo que no puedo imaginar de una milésima parte del dolor que sentiría. El dolor que sienten ellos.
Por desgracia, es parte ya del pasado, y nada se puede cambiar. Solo deseo que, esta vez si, se cumpla eso de que hay trenes que solo pasan una vez en la vida.