21/11/13

Cuando sobran las palabras.

Sus manos estaban separadas por apenas un centímetro, pero eso les parecía una distancia demasiado grande. Quizás por eso, casi a la vez, ambas manos se acercaron y entrelazaron sus dedos. Y como si esta acción hubiera activado algún tipo de mecanismo secreto, ambos giraron la cabeza hacia el otro. En cada uno se dibujaba una sonrisa. No, una no. Dos. Una abajo, en los labios, y otra más arriba, en los ojos, ahí donde las sonrisas no se pueden fingir y son totalmente sinceras. Permanecieron así un tiempo, mirándose el uno al otro, observando esos ojos brillantes que miraban al otro. Así, sin más, durante unos segundos, o minutos, quien sabe, daba igual; el resto del mundo parecía totalmente ajeno, el tiempo no importaba. Y, de repente, sin decir nada, esas miradas se fueron acercando, sus cabezas se juntaron hasta que solo quedaban unos milímetros entre ambos. Y, entonces, los labios de ambos decidieron acortar definitivamente esa distancia y se fundieron en un beso. Suave. Cálido. Lento. Intenso. Un beso en el que decirlo todo. Un beso en el que gritar todos los te amos para los que las palabras se quedan cortas. Un beso en el que, simplemente, callen los labios para que hable el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario