
Es una pena que poco a poco esa ilusión se vaya perdiendo. Sin embargo, a medida que crecemos pedimos cosas que solo los verdaderos reyes podrían traernos. Ya no queremos una muñeca o un coche de juguete. Ni siquiera un vestido o unos zapatos. En nuestro fuero interno tenemos la ilusión o la esperanza de que aquello que nos parece tan imposible se cumpla. Los clásicos: salud, amor...o incluso otros deseos por el estilo.
Y es que después de todo, los mejores regalos no son cosas materiales. Los verdaderos regalos no hace falta escribirlos en una carta, ni pueden comprarse con dinero. Así que espero en los zapatos de todo el mundo haya habido, sobre todo, mucha ILUSIÓN.
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